Entre Los Seres y La Tierra, Fuego - Bogotá
La memoria arde. Arde en las selvas taladas, en los cuerpos que resisten, en las historias arrancadas de su suelo y arrojadas al olvido. Pero el fuego no solo devora: también ilumina, transforma, renace. Este programa de cortometrajes es un mapa de llamas que conectan mundos ancestrales con futuros posibles, paisajes devastados con cuerpos en insurgencia, territorios en disputa con un llamado a la resistencia.
Desde la Amazonía peruana hasta el corazón de la República Democrática del Congo, desde los rituales travestis que abren portales hasta la inteligencia artificial que reescribe el pasado, estos relatos emergen para desmontar la violencia colonial que persiste en la piel, en la tierra, en la imagen. ¿Quién controla la memoria? ¿Quién narra la historia? ¿Quién sobrevive al fuego?
Los Drexciyans imaginados por la música techno de Detroit renacen aquí como presencias espectrales que desafían la hegemonía digital. Los Winik Baat’z, espíritus desplazados por la deforestación, encuentran refugio en la invisibilidad, al igual que tantas comunidades forzadas al exilio. El pueblo Yo-mbe destila su memoria a través del vino de palma, ritual de comunión y resistencia. Lolita Chávez, guardiana de la vida y de la tierra, emerge como un cuerpo colectivo que se niega a ser borrado. Como nos recuerda Silvia Rivera Cusicanqui, la colonialidad persiste no solo en las estructuras de poder, sino en la forma en que habitamos el tiempo. Resistirla es tejer otras maneras de existir en la memoria.
Atrapadas entre la luz y la sombra, estas imágenes registran, evocan y transforman. Fijamos fragmentos de un mundo en cambio, dejando ver aquello que persiste y lo que amenaza con desvanecerse. Cada obra es un rastro de esfuerzo, un entramado de miradas, manos y voces que insisten en contar, en sabernos de otro modo.
En tiempos de ruina y extracción, estos relatos sostienen el fuego de la memoria. Denuncian y crean, arden y existen, alumbrando lo que aún queda por imaginar.
Desde la Amazonía peruana hasta el corazón de la República Democrática del Congo, desde los rituales travestis que abren portales hasta la inteligencia artificial que reescribe el pasado, estos relatos emergen para desmontar la violencia colonial que persiste en la piel, en la tierra, en la imagen. ¿Quién controla la memoria? ¿Quién narra la historia? ¿Quién sobrevive al fuego?
Los Drexciyans imaginados por la música techno de Detroit renacen aquí como presencias espectrales que desafían la hegemonía digital. Los Winik Baat’z, espíritus desplazados por la deforestación, encuentran refugio en la invisibilidad, al igual que tantas comunidades forzadas al exilio. El pueblo Yo-mbe destila su memoria a través del vino de palma, ritual de comunión y resistencia. Lolita Chávez, guardiana de la vida y de la tierra, emerge como un cuerpo colectivo que se niega a ser borrado. Como nos recuerda Silvia Rivera Cusicanqui, la colonialidad persiste no solo en las estructuras de poder, sino en la forma en que habitamos el tiempo. Resistirla es tejer otras maneras de existir en la memoria.
Atrapadas entre la luz y la sombra, estas imágenes registran, evocan y transforman. Fijamos fragmentos de un mundo en cambio, dejando ver aquello que persiste y lo que amenaza con desvanecerse. Cada obra es un rastro de esfuerzo, un entramado de miradas, manos y voces que insisten en contar, en sabernos de otro modo.
En tiempos de ruina y extracción, estos relatos sostienen el fuego de la memoria. Denuncian y crean, arden y existen, alumbrando lo que aún queda por imaginar.


